这是由阿根廷记者古斯塔沃·伍撰写的中国之行游记。作者行程10134公里,游历了中国二十余座城市,观察并以图文的形式记录了不同地区的风土人情,特别是市井生活。作者以外国人的视角来看中国,并以西班牙语写作的朴实文字,为国外读者,特别是拉美读者提供了一把了解当代中国的钥匙。This is the travel dairy written by Argentine jornalist Gustavo Ng about his travel in China. The author traveled 10134 kilometers, This is a travel note to China written by the Argentine journalist Gustavo Wu. The author traveled 10134 kilometers, through more than 20 cities in China, observed and recorded the customs in different regions in the form of pictures
內容簡介:
本书以旅行日记的形式,讲述了阿根廷著名媒体人伍志伟(Gustavo Ng)作为早移民阿根廷的华人的后代,次游历祖先国度寻根的经历。他从香港出发,一路北上,行至新疆,后到达上海,走遍了中国20多个城市,行程一万多公里。他用文字、照片,以及与中国著名文人的对话等形式,以个人经历服务于中国与阿根廷,甚至拉美人民的友谊。In the form of traveling dairy, this book tells the story of the famous Argentine media person, Mr. Gustavo Ng, who traveled to his ancestral country to find his roots for the first time, as a descendant of earliest Chinese immigrants to Argentina. He set off from Hong Kong, travelled northward to Xinjiang, and finally arrived Shanghai, having travelled more than 20 cities, covering a distance of more than 10,000 kilometers. With words, photographs and dialogues with famous Chinese literati, he recorded his personal experience to deepen the friendship between the people of China and Argentine, and even Latin America.
關於作者:
古斯塔沃·伍(Gustavo Ng),中文名伍志伟,中阿混血,是阿根廷籍知名媒体人。他长期致力于在阿根廷等广中华传统文化,2018年在阿根廷荣获“文化推广杰出贡献奖”。他创办的杂志《当代》,是布宜诺斯艾利斯市政府重点扶持的文化项目之一。著有《关于中国,你需要知道的一切》(西文)、《秋天的蝴蝶》(西文),也曾撰写反映阿根廷中国移民家庭代际冲突的剧本《谢谢你,爷爷》,反映布宜诺斯艾利斯的台湾和广东移民故事的纪录片《南方人》(Arribe?os)主要撰稿人之一。Gustavo Ng, whose Chinese name is Wu Zhiwei, is a Chinese-Argentinian hybrid and a well-known Argentine media person. He has been committed to promoting traditional Chinese culture in Argentina and other countries for a long time. In 2018, he won the ”Cultural Promotion Outstanding Contribution Award” in Argentina. The magazine ”Dang Dai” he founded is one of the cultural projects supported by the Buenos Aires city government. He is the author of ”Everything You Need to Know about China” (Todo lo quenecesitas saber sobre China) and ”Butterfly of Automn” (Mariposa de Oto?o). He also wrote the script ”Thank You, Granpa” (Gracias, Abuelo) that reflects the intergenerational conflicts of Chinese immigrant families in Argentina. He is one of the main contributors to the documentary ”Southerners” (Arribe?os) which tells Buenos Aires Taiwan and Guangdong immigration stories.
目錄:
Prólogo 1 El regalo de la se?ora Li Xiaolin / 001Prólogo 2 Mi vida como chino argentino / 002Capítulo 1 Hong Kong / 001Capítulo 2 Zhuhai / 014Capítulo 3 Taishan / 022Capítulo 4 Guangzhou / 045Capítulo 5 Yangshuo / 054Capítulo 6 Guilin / 072Capítulo 7 De Guilin a Chengdu / 082Capítulo 8 Chengdu / 092Capítulo 9 Wenchuan y las aldeas de los qiang / 107Capítulo 10 Urumqi / 122Capítulo 11 Kashgar / 134Capítulo 12 Turpan / 156Capítulo 13 De Turpan a Lanzhou / 169Capítulo 14 Lanzhou / 175Capítulo 15 De Lanzhou a Xi’an / 185Capítulo 16 Xi’an / 192Capítulo 17 De Xi’an a Beijing / 208Capítulo 18 Beijing / 219Capítulo 19 De Beijing a Shanghai / 242Capítulo 20 Shanghai / 246Epílogo / 260
內容試閱:
Prólogo 1El regalo de la se?ora Li Xiao Lin (李筱琳) Cuando salimos de la cueva de la Monta?a de la Trompa de Elefante, la se?ora Li Xiao Lin me hizo un gesto para que yo siguiera, que me alcanzaría más adelante, y regresó al interior. Anduve un poco vacilante, con cierto temor de que ella no encontrara el camino. Bajo la sombra de un árbol que parecía hecho de una barba rala, estaba su marido, Wu Gui Hua (伍贵华). Me preguntó por Li Xiao Lin, le expliqué la situación. Me preguntó para qué había regresado a la cueva, un poco culposo le dije que no sabía. Nos quedamos esperando en silencio, sudando en la ma?ana caliente, con algunos insectos zumbando alrededor. Al fin apareció ella, un poco atolondrada, peligrosamente distraída sobre las piedras del sendero, con una sonrisa hermosa en la cara. Me miró a los ojos y me pidió mi cuaderno de notas. Entonces se sentó junto a su esposo y comenzó a copiar algo que tenía escrito en la palma de su mano izquierda. Era un poema que había encontrado en una pared de la cueva. Un poeta lo había escrito, vaya a saber cuándo, quizás hace siglos, luego un calígrafo lo había grabado en aquella pared —también, vaya a saber cuándo—, la se?ora Li Xiao Lin lo escribió en su mano, húmeda en el calor de Guilin, y finalmente lo transcribió al cuaderno que me dio mi hija para que tomara notas en mi primer viaje a China. Un regalo sobre un regalo. Y aquí lo tengo, en Buenos Aires.Prólogo 2Mi vida como chino argentinoUna persona puede pasar gran parte de su vida tratando de responder una pregunta. En mi primer día de clases, al pasar lista, la maestra me llamó a su lado, me se?aló con el dedo mi apellido escrito en una planilla y me preguntó “?Qué significa esto?”.Poniéndome el mundo patas arriba (se suponía que eran las maestras las que sabían y no las que preguntaban), aquella mujer pronunció la pregunta que se me aparecía todo el tiempo, cuando observaba los cuadros bordados en mi casa, los caracteres en los libros de mi papá, cuando lo estudiaba a él, cuando lo escuchaba hablar con otros chinos. Adonde me presentara, en un picadito en la plaza o en la casa de un amigo, me llamaban inmediatamente “Chino”, y yo no sabía qué significaba ser chino.He pasado gran parte de mi vida descifrando mi apellido, que es la chinidad misma. Aprendí que hay preguntas que son como pozos que nunca se llenan. Sin embargo, en el empe?o por completarlo, uno acaba construyendo algo. Un saber, una idea, una profesión, una vida. Uno acaba construyéndose.1944, Taishan , provincia de Guangdong, sur de China. Tres nenitos lloran aferrados unos a otros dentro de una casa. Temen que los encuentren los soldados japoneses. Uno de los tres es Ng Ping-Yip(伍灼均), quien se convertirá en mi padre. Los arrozales alrededor de la casa arden de un verde nuevo bajo el sol.Los tres chicos acabarán algunos a?os después en Hong Kong, como decenas de miles, cuando sus padres decidan abandonar China en desacuerdo con el movimiento que instauró la República Popular.El destino buscado de aquel éxodo anticomunista no era, sin embargo, Hong Kong, sino América, más precisamente, Norteamérica. Todos los Ng terminarían en Nueva York. El camino de mi padre, que fue el primero en salir, incluyó una escala en Argentina. Una escala de 18 a?os, en la que se hizo argentino, trabajó, tuvo amigos, una esposa, hijos.Llegó a San Nicolás, a orillas del Paraná en 1954, luego de tres meses en un barco que le dio media vuelta al mundo. Era como un viaje interplanetario, en aquella época, y él tenía apenas 17 a?os. Era un chinito corajudo. Pero no viajaba solo: venía con un contingente de técnicos que tenían la misión de montar Estela, una fábrica textil, inversión de la compa?ía Nanyang en una Argentina con intención industrial.Ng Ping-Yip encarnó la velocidad de adaptación de los cantoneses, aprendiendo espa?ol en el barco y haciéndose amigo de los nicole?os, que lo invitaban a navegar, a jugar al tenis, a cazar y a aquellos picnics de rock and roll, gomina y anteojos negros. Al final del contrato de trabajo, muchos de los chinos regresaron a Hong Kong o siguieron rumbo a Estados Unidos, pero él estaba felizmente aclimatado a la Argentina y haciendo planes con una novia nativa.Fue adoptado bondadosamente por la familia interminable de Celia Lorenzo, en que la sangre vasca se mezclaba con la gallega y la turinesa. Ella era una entre quince hermanos y más de medio centenar de primos, que terminaron de convertir a Ng Ping-Yip en un nicole?o como cualquier otro. El nombre Ping-Yip derivó en Pinki, y así quedó. Organizaba las Navidades multitudinarias (como aquella en que el Papá Noel se emborrachó antes de salir a escena y Pinki tuvo que reanimarlo con un brebaje que desde entonces fue conocido como el “té chino para los curdas”) y alquilaba un colectivo para que la familia viajara al casamiento o el cumplea?os de algún pariente. Tomaba mate con su suegra, era el fotógrafo de la familia e iba a pescar con sus cu?ados.De aquella vida surgimos en la década del 60, dos hijos, mi hermana Anita y yo. Nos criamos sabiéndolo todo de la familia materna y nada del lado chino. Mi madre me daba a leer las cartas que mi tatarabuela Joaquina Alastuey le mandaba a su hija, mi bisabuela Rosa Orduna por la época en que Sarmiento era capitán y a los diez a?os me afanaba en un árbol genealógico que requería una cartulina para que entraran todos los nombres. Mi parte china, en tanto, permanecía en el misterio.A principio de los 70, cuando recién empezaba a llegar a Argentina la verdadera inmigración china, Pinki fue con su esposa e hijos a reunirse con sus padres y hermanos al Chinatown de Nueva York. Conocí a mis abuelos y tíos, la multitud china en las calles, los restaurantes iguales a los de Guangdong, percibí los olores que sólo volvería a sentir en China.Aprendí entonces, el juego de las cajas chinas: al abrir una caja, en su interior hay respuestas, pero también nuevas preguntas y una nueva caja que guarda las nuevas respuestas. Dentro de la segunda caja hay, efectivamente algunas respuestas, más preguntas y otra caja, y así sucesivamente. Cada respuesta a mi pregunta sobre el ser chino resultaba en nuevas preguntas. Estaba finalmente en la casa de mis abuelos, pero tenían tres armarios que siempre estaban cerrados. Cuando desobedecí y los abrí, encontré una cantidad infinita de cajas y frascos, que atesoraban sustancias misteriosas. Con el tiempo y con mi curiosidad indeclinable, fui sabiendo que aquello eran frutas en agua, trozos de cuero de un animal, raíces, hongos, masas secas... Eran ingredientes que mi abuela usaba para cocinar. Pero ?de qué animal era el cuero? ?qué frutas eran? ?cómo los procesaba?Un tío abuelo viejito nos llevaba a un sótano donde otros cientos de viejos jugaban a un extra?o juego. Aprendí que se llamaba mahjong y que era parecido al dominó, pero ?qué lugar era ese? ?Todas aquellas personas eran parte de nuestra familia?Me pasé a?os abriendo cajas chinas. Quizás acepté ese juego como un destino, y así estudié periodismo, que me profesionalizó como preguntador, y antropología, que me ofreció recursos para inquirir y pensar en el hecho del origen.En Nueva York mi padre encontró la patria china de la que había andado huérfano. Recuperó a sus hermanos, sus padres, sus cantoneses que hacían de Chinatown un territorio chino, fuera de los Estados Unidos......